sábado, 18 de enero de 2014


Fray Santiago Cantera, prior del Valle de los Caídos
«San Bernardo superó las objeciones a los monjes guerreros con un modelo de caballero cristiano»
«San Bernardo superó las objeciones a los monjes guerreros con un modelo de caballero cristiano»
In Extremis, una obra de teatro de Howard Brenton sobre Pedro Abelardo que recoge su enfrentamiento con San Bernardo ante obispos y teólogos.
Actualizado 18 enero 2014 
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Carmelo López-Arias / ReL  
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Simboliza "el Medievo en su plenitud", según reza el subtítulo de la biografía. Santiago Cantera, prior de la abadía benedictina del Valle de los Caídos, acaba de publicar San Bernardo, una biografía donde descubrimos la extraordinaria importancia de este monje, que nació en 1090 y murió en 1153 y dejó una impronta que ha marcado la espiritualidad de la vida religiosa en la Iglesia durante todo el segundo milenio. Tampoco lasórdenes militares ni los orígenes de la filosofía moderna (con su célebre polémica con Abelardo) se entienden sin conocer la vida del santo de Claraval.

-Un hijo de San Benito escribiendo sobre San Bernardo... ¿qué une a ambos santos?
-La esencia de la vida monástica es la búsqueda contemplativa de Dios: el quaerere Deumde San Benito, que San Bernardo retoma. Ambos participan del mismo ideal.

-¿Por qué perdura a través de tantos siglos?

-San Bernardo quiere ser fiel a San Benito, a quien considera su maestro y su padre monástico, a pesar de los siglos que los distancian (San Benito vive en los siglos V y VI y San Bernardo en los siglos XI y XII). San Bernardo es un incansable buscador de Dios y quiere que sus monjes lo sean: para ello, les propone seguir con fidelidad la Regla de San Benito.

-¿Y qué les diferencia?
-Lo más notable, su carácter personal. San Benito es un hombre que llama la atención por su serenidad y su equilibrio en todas las situaciones, tanto que imprime como un sello destacado en su Regla la virtud de la discretio: la discreción, la moderación, el saber cómo actuar en cada momento y cómo tratar a cada uno. San Bernardo es un hombre de un carácter más impulsivo, a veces fogoso, pero siempre por un ardor que le consume para bien: el amor de Dios.

-¿Y qué es mejor para un monje? ¿La serenidad o la impulsividad?
-No se trata de decir cuál es mejor, sino que son distintos, pues cada uno presenta sus cualidades positivas. En el caso de ambos santos, les lleva en muchas ocasiones a actuar de un modo diverso.

-¿Qué grandes ramas de la vida monástica se basan en San Bernardo?
-San Bernardo forma parte de la reforma cisterciense, que es una reforma dentro del mundo benedictino iniciada por San Roberto de Molesme, San Alberico y San Esteban Harding, aquellos que el P. Raymond denominó “los tres monjes rebeldes” y así tituló su famosa novela. San Bernardo participa de esta iniciativa, hecha con el deseo de vivir de un modo más estricto la Regla de San Benito, y se convirtió a su vez en su gran impulsor.

-¿Y hoy día?
-Hoy día, los monjes cistercienses se agrupan en dos ramas: la Orden Cisterciense y la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia. La segunda son los conocidos frecuentemente como “trapenses”., a partir del abad francés reformador Dom Rancé en el monasterio de La Trappe en el siglo XVII. Las monjas cistercienses generalmente se agrupan en federaciones y algunas de ellas guardan estrecha vinculación con alguna de estas dos ramas.

-Una cuestión polémica: ¿cómo es que San Bernardo, apodado el Doctor Melifluo, es el inspirador de las órdenes militares?
-Varias de las órdenes militares son hijas de San Bernardo en el plano espiritual, porque él redactó un tratado, el Elogio de la nueva milicia, cuando Hugo de Payens encontraba grandes dificultades para lograr la plena aceptación de los caballeros templarios que había fundado con el fin de proteger los Santos Lugares y a los peregrinos que allí acudían.

-Y el libro ¿logró su objetivo?

-Supuso un espaldarazo para la que iba a ser una de las más grandes órdenes militares y por su apoyo quedó vinculada a la Orden Cisterciense.

-Pero no sólo los templarios...

-A partir de ahí, también otras órdenes militares se afiliarían al Císter: cabe destacar especialmente los casos de la Orden Teutónica en Alemania y de buena parte de las órdenes militares hispánicas (Calatrava, Alcántara y Avís, y más tarde Montesa).

-¡No se veía mal lo de ser monje y empuñar la espada!
-San Bernardo logró superar algunas de las objeciones hechas a la existencia de unos hombres que fueran al mismo tiempo monjes y guerreros. Una y otra actividad se consideraban legítimas, pero su fusión era lo que suscitaba reticencias.

-¿Cómo lo logró?

-Creó un modelo de caballero cristiano que sintetizara las virtudes monacales y las castrenses, ofreciendo una alternativa a una caballería mundana; dio unos ideales a los guerreros y les propuso superar las tensiones civiles y las luchas por ambición y combatir al que entonces era el mayor peligro común para la Cristiandad: el islam. También lo hizo al predicar la segunda Cruzada.
San Bernardo predicando la segunda cruzada.



















-¿En qué medida simboliza San Bernardo la Edad Media y la Cristiandad?

-Lo hace en cuanto refleja una sociedad que es esencialmente cristiana, una civilización que en un alto porcentaje es hija cultural y espiritual de la Cruz.

-Nada que ver con el antropocentrismo actual...

-San Bernardo, como monje, es un buscador incansable de Dios, y en todo lo que vive y predica es expresión de la centralidad de Dios en la vida del hombre medieval.

-En su libro, usted enlaza ese punto con el enfrentamiento intelectual entre San Bernardo y Pedro Abelardo...

-El enfrentamiento con Pedro Abelardo (1079-1142) ha sido frecuentemente muy mal presentado, sobre todo desde posturas liberales y románticas del siglo XIX, cargadas de un fuerte anticlericalismo. En realidad, el choque vino porque San Bernardo, avisado por su amigo el abad Guillermo de Saint-Thierry, descubrió serias desviaciones doctrinales en varias obras y proposiciones de Pedro Abelardo.

-Desviaciones, ¿respecto a qué puntos concretos?

-Los errores afectaban a puntos dogmáticos tan fundamentales como el misterio de la Santísima Trinidad y además ofrecían un nuevo planteamiento moral de serias repercusiones. El fondo de todo ello nacía esencialmente de la posición de Abelardo en la cuestión filosófica de “los universales”, muy debatida en la época y de gran relevancia en sus consecuencias para el campo de la Metafísica.

-¿Qué consecuencias?
-Desde una postura que cabe calificar de “conceptualista”, venía a poner en peligro la posibilidad de la Metafísica (sin ser realmente su intención) y, al aplicar sus conclusiones a la Teología, llegaba ciertamente a afirmaciones que resultaban heréticas.

-Sostiene usted en su libro que en Abelardo está el germen de la filosofía moderna...
-Sí, porque, en el terreno de la Ética, se situaba en una posición subjetivista, en lo que se conoce como una “ética de situación”. Estos planteamientos de tipo subjetivista y que conducían al escepticismo y al relativismo (él no lo hizo, pero sí algunos de sus discípulos), aparte ya de lo herético en la Teología, es lo que puede hacer que se le considere como un predecesor de la Modernidad en el campo filosófico, anticipando ciertos planteamientos de Ockham y de otros filósofos posteriores.

-¿Cómo fue el duelo entre San Bernardo y él?
-La relación con San Bernardo fue de gran tirantez en determinados momentos. A pesar de su carácter enérgico y muchas veces vehemente, San Bernardo intentó llegar al diálogo pacífico con Abelardo, pero éste se empecinó en tratar de derrotar al abad cisterciense con sus recursos dialécticos. La actitud de Abelardo fue de auténtica soberbia, como más tarde reconocería, y ésa fue su perdición, pues no calculó bien las fuerzas reales. Abelardo mostró un gran desprecio hacia San Bernardo, así como hacia San Norberto, fundador de la Orden Premonstratense y amigo personal del Doctor Melifluo.

-¿Quién triunfó al final?
-San Bernardo derrotó a Pedro Abelardo en dos concilios (Soissons y Sens) distanciados entre sí por casi veinte años.

-¿Se reconciliaron?
-Finalmente la magna figura del abad cluniacense Pedro el Venerable, hombre santo y de gran discreción, lograría la reconciliación entre ambos y el levantamiento de la excomunión sobre Abelardo.

-Pasémonos a nuestros días. ¿Cómo ve la vida monástica en la actualidad un joven prior benedictino?

-Como toda la vida religiosa después del Concilio Vaticano II y con los cambios habidos asimismo en la sociedad occidental, la vida monástica ha sufrido también una crisis; quizá más suavemente que en otras formas de vida religiosa consagrada, pero la ha padecido.

-Y se manifiesta con los mismos síntomas que en el resto de la vida consagrada, ¿no?

-Se ha manifestado en una reducción del número de vocaciones, muchas defecciones, poca estabilidad y con frecuencia un rebajamiento del nivel de exigencia y de observancia. No obstante, a pesar de todo ello, la vida monástica sigue atrayendo a muchos jóvenes y también a personas de más edad, tanto hombres como mujeres, y las vocaciones siguen afluyendo a los monasterios.

-¿Entonces...?
-Existe el problema de la baja capacidad general de perseverancia, como reflejo en buena medida de esa “cultura de la provisionalidad” de la que acertadamente ha hablado el Papa al referirse a la vida religiosa y a los matrimonios de hoy.

-¿Sobrevivirá la vida monástica dentro de un siglo?
-Un abad benedictino francés, Dom Gérard Calvet, decía hace años que el monacato posee una fuerza misteriosa que le hace revivir continuamente y por eso surgen nuevas reformas cuando amenaza con decaer, reflejando así la vitalidad sobrenatural de la Iglesia. Esa fuerza misteriosa, evidentemente, le viene del Espíritu Santo.

-Ofrézcale un argumento a alguien que esté ahora mismo discerniendo su vocación...

-Para alguien que hoy esté pensando entrar en un monasterio de cualquiera de las ramas provenientes de la Regla de San Benito, lo que pienso que puede resultar más atractivo de ésta es ante todo la centralidad de Jesucristo en la vida del monje, esa máxima de “no anteponer nada al amor de Cristo” que resume en gran medida todo el espíritu de la Regla.

-¿Puede concretar un poco ese espíritu?
-La humanidad del legislador San Benito, que siempre tiene presente la realidad diversa de las personas y por eso todo lo regula con sabiduría y discreción; la vocación a la alabanza divina, de tal forma que el monje realice en la tierra la labor de los ángeles en el Cielo, y su combinación armoniosa con el trabajo humano en el día a día del monje (ora et labora); la búsqueda de la caridad como piedra que fundamenta la vida de la comunidad; etc.

-¿Por qué sigue eso siendo hoy atrayente?
-Por la perennidad de los principios y valores espirituales propuestos por San Benito y en general de todo el modelo de vida trazado por él; y no sólo por él, sino también por otros predecesores. ¡Es la Tradición monástica! Algo surgido en el siglo IV, como es la vida monástica, presenta a inicios del siglo XXI una actualidad sorprendente.

-¿Por qué?
-Porque el ser humano necesita buscar y encontrar a Dios para ser feliz en esta vida y en la eterna, y eso lo ofrece la vida monástica.